Actualmente vivimos una época en que, afortunada o desafortunadamente, existe fácil acceso a una inconmensurable cantidad de información y he aquí donde la experiencia, inteligencia, y por qué no, la suerte la tenemos que involucrar para poder discernir entre lo que es útil y no lo es.
Tenemos que hacernos concientes de lo que leemos, ya que aquella información que nos pareció útil y confiable, al leer de reojo el teléfono celular, la tablet o cualquier pantallazo en cualquier lugar donde exista una pantalla, podría ser desmentida o al menos modificada. Vivimos una época en que nos tenemos que sentir obligados a corroborar toda información, por superficial que esta sea, si no queremos vernos sorprendidos por decir una tontería, o peor aún, una mentira.
Confieso que si Dios no me estuviera enseñando y educando, sería una persona demasiado complicada e ignorante. Mi lectura, además de lo que se me enseñó en la educación básica, no sobrepasó algunos libros que me fueron resultando interesantes, tiempo después me incliné por algunas revistas de ciencia y tecnología, después salieron las de conocimientos generales, en fin, basura al fin.
Curiosamente desde que inicié mi comunicación conciente con Dios, me fui encontrando con algunas personas que me recomendaban que me acercara más a la religión. Sí, así como se escucha, nadie me dijo nunca que me acercara a Dios, siempre la recomendación era una u otra iglesia o que me consagrara a una u otra virgen, obviamente, jamás lo hice.
Aunque las invitaciones siempre fueron amables y con religiosas intenciones yo siempre me tuve que negar, curiosamente, estas mismas personas jamás entendieron mis razones. A todas las personas que me conocen les explico que significa entregar vida y voluntad a Dios, sin embargo, no parecen comprender algo tan simple. Debido a esta razón yo siempre le pregunto a Dios que puedo y que no puedo hacer, en este caso Dios me dijo que no hiciera caso de sugerencias religiosas.
Llegando a este punto, quienes se consideran gente muy religiosa, asegurarán que cuando Dios me habla, no es Dios, que es un demonio. Pero Dios en su infinita sabiduría, lo primero que hizo fue irme mostrando que era realmente Dios. A la fecha son aproximadamente 15 mil colombianos que se han beneficiado de haberlo conocido personalmente, sus vidas han cambiado y 15 mil personas no nos podemos equivocar.
Cuando era un niño, la religión me daba miedo. Desde que conocí a Dios me siento sereno y confiado en Él. Cuando fui creciendo y ya de adolecente, la religión me dio pereza y desconfianza. Dios siempre, siempre me ha ido educando y enseñando a ser mejor persona. De adulto me alejé de la iglesia al irme enterando de su corrupción y malos manejos. Yo he visto como en cualquier momento Dios se manifiesta para ayudarle a cualquier persona que humildemente se lo solicite.
Todo mundo sabe que cada religión defiende su verdad, incluso dando la vida por ello. Guerras religiosas donde no se pelea por la fe, sino por el botín, por la presa más conveniente a intereses que de espirituales nada tienen.
Todos los días le agradezco sinceramente a Dios que me haya permitido conocerlo, le doy gracias por hacerme conciente del gran privilegio que inmerecidamente me ha concedido, todos los días le doy gracias a Dios de darme la suficiente fortaleza para aceptar Su Voluntad.
Cuando veo a Dios, cualquier imagen religiosa, sea una virgen, sea un santo, lo que sea, es realmente nada, los veo hasta feos, desagradables. Sinceramente, la religión jamás me llevó a Dios, solo me mostró frágiles figuritas, mientras Dios se muestra en todo el vasto Universo todos los días, Él nos habla y ya son miles de colombianos que saben que esto que digo es real.
Me quedo con Dios.